(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

sábado, marzo 11, 2006

El intruso

Irrumpe de improviso como estallido terrorista, de inmediato se fractura la armonía existente e instala un escenario de terror, se nota en los ojos de cada miembro de la comunidad, no existe razón que explique esta inexplicable presencia ni ser con derecho a imponer su concurrencia salvo la infinita potestad del que reconocemos como nuestro dueño. La agresiva apariencia del intruso infunde temor y desconcierto pero también curiosidad, no todos los presentes conocen a los de su tipo pero quienes han convivido entre ellos o escuchado referencias al respecto conocen la innata crueldad que ostentan, su reconocida terquedad e inteligencia va de la mano con una extrema voracidad, el daño que perpetran a los incautos que se fían de ellos es irreparable, son feroces.

Aparece a media mañana cuando la mayoría se desliza cerca a la superficie para absorber calor de la única hora de Sol directo que disfrutan cada día, viene junto a la ración de alimento que reciben a esa hora, de inmediato se ubica al fondo, en una esquina, sus perversos ojos escrutan el ámbito que le rodea tratando de conocer a los miembros de la colectividad y los confines del lugar, su tamaño fácilmente cuadriplica el nuestro; aún no demuestra quién es pero no queda duda, es un depredador conciente de su rol, siente, piensa y obra como un ser de fenotipo asesino.

Apenas llega se reorganizan las costumbres, solo los mayores pueden acercarse aunque solo con particular agudeza y suma cautela, a los jóvenes se les instruye y recalca los cuidados que deben guardar, por lo general ellos son intrépidos pero muchos desconocen la habilidad del intruso, este puede dejar de comer muchos días o semanas, sabe esperar con escrupulosa tranquilidad el momento de su ataque, la paciencia u oportunidad son estrategias usuales para satisfacer su instinto, además tiene una estructura orgánica desarrollada para devastar.

Hemos formado tres equipos de seguridad, el trabajo de cada cuadrilla consiste en establecer limites de protección y hacerlos respetar, nadie debe transgredir esa zona, cuando este depredador captura una presa inicia una cacería sinfín que solo termina al diezmar la comunidad, impedirlo es ahora la única preocupación.

Ya superamos la tercera semana de calvario, nuestra habitual seguridad y tranquilidad se perdió, la paz que siempre acompañó nuestro desarrollo ya no existe, de nada sirve la condición privilegiada que siempre detentamos, no interesa nuestro valor, la belleza de nuestros colores o la demanda que suscita nuestro linaje, la plural armonía de movimientos exhibida al desplazarnos o la acendrada paz espiritual ofrecida a quienes nos observan terminó, ahora entre nosotros prima el miedo, angustia o consternación, la alegría se convirtió en nostalgia, la calma en alteración, la belleza en amargura.

A pesar de los días transcurridos conservamos el orden y se mantiene el control, hasta hoy nadie fue atacado ni incitó una agresión, aunque es latente la tensión y se percibe un manto de aparente cordura no descuidamos nuestra prioridad, los mayores estamos elaborando planes para expulsar o eliminar al intruso, tarde o temprano atacará y no podemos esperar una circunstancia fortuita o eventual contingencia para salir del problema, se han esbozado diferentes soluciones, desde ataques en grupo para forzar su fuga hasta impedir su ascenso a la superficie con intención de ahogarlo, las diferentes alternativas consideran probables muertes en nuestro flanco y eso dilata la decisión. El depredador conserva una actitud fría, calculadora y distante, de vez en cuando con sigilosa lentitud abandona su posición, camina por el fondo y registra nuestros movimientos, especulamos que en cualquier momento puede agredirnos, tantos días sin comer le provoca ansiedad y estimula su avidez, es palpable el hambre que tiene, está mas atento a nuestros movimientos y su descarada mirada delata las homicidas intenciones que acarrea.

Como cada mañana llega la ración matinal, es quinua sancochada y hojas de lechuga, sin embargo esta vez se agregan pequeñas lombrices, la novedad del oscilante movimiento de estos gusanillos en su caída hacia el fondo cautiva y estimula el apetito de la comunidad, muchos se acercan, mejor dicho abalanzan sobre las ocasionales presas, el desorden que generó la llegada de estos seres vivos otorga al depredador la ventaja esperada, de pronto las distancias se han desbaratado, el sistema de seguridad se rompe, todos revolotean alrededor de las lombrices y se las disputan, el depredador entiende que es el momento de actuar, se sitúa a corta distancia del alboroto, tiene al alcance de sus fauces a la mayoría de jóvenes, una, tres, cinco, siete carpas koi, jóvenes y hermosas pero bastante ingenuas ahora se encuentran aturdidas, algunas malheridas y otras sanguinolentas, las dentelladas del asesino son feroces, las lesionadas dejan sus escamas esparcidas por todos lados, una hermosa hembra de exquisito contraste rojo con fondo blanco ha perdido parte de su aleta pectoral, otra con adicionales manchas de color negro tiene destrozada la aleta caudal, una mas, inerte y panza arriba con sendos desgarros de piel se hunde, la situación esta fuera de control, los mayores solo pueden alejarse ayudando a retirar los heridos.

El intruso logró su cometido, mordisqueando sus presas saborea la naturaleza de su instinto y busca nuevas victimas, en menos de un minuto poco mas de media docena de ejemplares Koi mueren o quedan mutilados. En medio del pánico instaurado por la ferocidad del asesino y su detestable sentido de oportunidad, aparece una mano salvadora, es el dueño, de un tirón saca al depredador, la efectiva acción aleja al intruso y nos permite recuperar la calma, también confirmar el final de esta amarga experiencia y nuestra dependencia, así como reconocer la certeza de los consejos enseñados y puestos en practica por los mayores.

Nunca mas volvió ni nada se supo sobre el feroz depredador, la experiencia sufrida y la perdida de varios miembros de nuestra comunidad por el resto de nuestras vidas quedará grabada en nuestra memoria, será legado nuestro y tácita obligación relatar estos hechos a nuevos miembros y así evitar se fíen de una nueva y probable visita indeseada, la de una asesina tortuga de orejas rojas.

2 comentarios:

Juan dijo...

Un cuento excelente, el texto mantenido ha pulso hasta el final me gusta y la mùsica elegida no puede ser màs acorde. En el acto te agrego a mis favoritos, en la sección que me parece la màs apropiada: "diletantes por conocer".
Saludotes.
Juan (http://www.smartconsulting.com.pe/fotoblog2/)

Carlos Caillaux dijo...

Gracias por la visita y comentarios Juan, visité tu fotoblog y quede muy impresionado por la calidad de tus fotos.
Un saludo.